sábado, 30 de julio de 2011

El Escapista

-¡Andrés! – se oyó en la pieza de Andrés - ¡¿dónde dejaste el hielo?!
Desde abajo se había escuchado un grito horroroso y gutural que despertó hasta el último perezoso en Indonesia y al último oso en Canadá.
- ¡Está en el freezer! – respondió Andrés - ¡Pero recuerda dejar congelando más hielo!.
Estaban todos dispuestos y en especial Andrés, que yacía en el balcón con cuatro amigos más, esperando a Germán que estaba en la cocina. Habían discutido veinte minutos para llegar a la conclusión que Germán era la persona indicada para bajar, no solo porque perdió el “cachipún” sino también porque era reconocido por su magistral memoria para acordarse de los encargos y ser el más capacitado para bajar las escaleras en tales condiciones.
Cuando arribó Germán, Andrés encendió el cilindro blanco y dócil en que yacía la yerba alucinógena y se lo acercó a la boca cuidadosamente. Cuando hubo aspirado su primera bocanada de humo – no de la noche, pero sí de este – comenzó a pensar en la tierra que le proveía tales sustancias y a soñar que tenía un depósito guardado con un millón de los mismos. Cuando llegó a su último suspiro de conciencia empezó a transformar las orejas de sus amigos y las comenzó a refinar mientras sus cabellos se alargaban intensamente. “Algo extraño había en este último” pensó mientras se paraba para ir al baño. Iba tambaleándose de un lado a otro chocando con sus amigos de orejas puntiagudas y cabellos largos; eran elfos, e incluso su ropa había cambiado, iban vestidos con géneros verdes mal recortados.
Ya en el baño, se arrodilló junto al inodoro esperando el desagradable reflujo de la alegría, una bocanada de molestia y tristeza, un cuestionamiento interno moral –“¿estuvo bien lo que hice?, no, no creo, no debí excederme, en verdad no, estoy bien, no siento nada, debería pararme antes de que me vean así, no quiero ser comparado con una niñita -. Al final y sin mayores compromisos se paró y se miró en el espejo, le dio satisfacción reconocer en la imagen al mismo que había visto hoy día en la mañana y al mismo que ha visto durante toda su vida. Con simulada compostura se arregló la chaqueta y los pantalones, se sacudió las rodillas y se acercó a la puerta. De repente, escuchó un estruendo del otro lado y apegó su oreja a la madera para oír lo que sucedía. Se escucharon bufidos, alaridos, risotadas, golpes y arcadas, voces agudas y voces graves, cantos de ópera y una canción de Mercedes Sosa. Abrió la puerta y se encontró con seis elfos mirando la noche estrellada, se acercó a ellos e imitándolos comenzó a observar uno a uno los puntitos brillantes adornando el cielo, con un poco de esfuerzo se percató que cada estrella tenía un hilo dorado adjuntado que, precisando una parábola, unían la tierra con los astros. Con atención y especial cuidado comenzó a seguir uno de los trayectos hasta el planeta y se dio cuenta que en la patio de la casa había un niño encumbrando la estrella ensimismado y entusiasmado como si fuera un volantín. Andrés se quedó mirando al pequeño infante mientras este reía y se movía de un lado al otro, devolviéndole de vez en cuando la mirada a Andrés y saludándolo con la mano que le quedaba libre.
De pronto y sin pensar entornó la cabeza hacia el otro lado y las paredes de su casa comenzaron a cambiar de color y de textura: el decomural emplazado a lo largo se tiñó de café y se volvió rugoso y seco, se acercó para tocar el nuevo cambio y lo que antes era ladrillos y pintura, ahora era adobe y barro. Se desplazó con una mano tanteando la muralla hasta llegar a la puerta que daba al pasillo mientras esquivaba piedras y fardos apostados en el suelo de alfombra natural tipo tierra.
- ¡Andrés! – se escuchó de pronto desde atrás - ¿hacia dónde vas? – hablaba pausado y bien pronunciado, altivo y prominente; era el elfo que miraba la luna en vez de divertirse mirando la noche graciosa, era el sexto elfo.
- Voy a buscar hielo, ya se derritieron con el calor que hace.
El sexto elfo, sin importancia, dio la vuelta y empezó a correr en esa dirección, hacia donde estaban sus conciudadanos elfos y saltando por sobre la baranda del balcón impartió una marcha más apresurada hasta perderse en el horizonte. El resto siguió al sexto con la mirada hasta que hubo desaparecido allá, a lo lejos. Andrés lo miró hasta el final y cuando hubo desaparecido comenzó a sacar cuentas: él había invitado solamente a cinco elfos a su casa y sin embargo habían seis sin contarse a sí mismo que no tenía rasgos de elfo. Algo extrañado y preocupado se quedó esperando una respuesta desde el cielo, desde la noche y desde los niños que izaban los volantines; pero nadie ni nada se dignó a darle una respuesta concreta – todos le daban respuestas pero ninguno supo con certeza cómo había sucedido todo -.
Cuando se olvidó de lo que estaba pensando, recordó su tranquila excursión hacia la cocina y la escalera que esperaba a sus espaldas, amenazante y desafiante ante los sentidos de cualquier persona en su estado. Sin embargo, cuando giró sobre sus talones y observó el lugar donde debió estar la escalera, esta había desaparecido y el pasillo también; en su lugar se había impuesto un extenso valle en que se alzaban algunas casas de adobe. A los costados se hallaban imperantes cordones montañosos que protegían la región, sobrevolándolos habían cóndores que iban y venían dejando una suave estela roja que embellecía el cielo. La noche se había consumido en un instante y a la luz de un sol radiante que reemplazó a una luna insegura, las figuras se percibían exquisitas y perfectas: elfos salían y entraban de sus casas transportando leña y víveres. Algunos – los más pequeñitos – jugaban corriendo, subiendo el cerro y bajándolo a máxima velocidad, “más de alguno se habrá caído” pensó Andrés mientras se volteaba en el momento preciso en que un elfito caía rodando cerro abajo.
- Tenemos que vencer a los del Imperio – dijo una voz desde dentro de la casa. De ella salió otra de esas especies con un arco en la mano y otras cuatro cada una con un arma diferente en la mano. Corrieron entonces todos al campo de batalla cruzando las montañas, cuando llegaron a la cima observaron desde lo alto un inmenso llano y más alejado de allí, una mancha negra que se aproximaba rápidamente. Esperaron en lo alto y cuando la mancha estaba lo suficientemente cerca, comenzaron a correr enarbolando sus armas y emitiendo feroces gritos de guerra.
Estuvieron peleando durante bastante tiempo y cuando terminó la batalla, se devolvieron a la casa, se sentaron en el piso y conversaron hasta quedarse dormidos. En el fondo todos sabían que al despertar estarían de vuelta en la realidad junto a las personas tipo humanas viviendo sus vidas normales y que los efectos de la yerba serían efímeros pero gozados.
Al despertar, Andrés se hallaba en la casa de adobe, al parecer no había vuelto todavía. Sus amigos ya no estaban y yacía solo en la tierra de nadie, de pronto entraron enanitos verdes saltando y cantando absurdamente, y levantaron de un impulso al desconcertado Andrés que comenzó a caminar hacia el centro de la sala. Un duende más barbón que los demás se tiró encima de él y lo derribó, Andrés molesto intentó pararse pero en el intento fue embestido nuevamente.

“Parece que se oyen pasos
De un humano ya sin caso
De la yerba prometida
De ilusiones ya sin vida

Parece que se oyen gritos
De un bandido aquí en un rito
No hay escape ni hay salida
¡Acostúmbrese a su vida!

No puedes volver, no hay un portal
No hay esperanzas en tu morral
Solo y sin tus amistades
Sufrirás sus tempestades”

Tomados de la mano los enanitos o duendes empezaron a bailar y a cantar alrededor de Andrés que comenzó a molestarse con cada una de esas cosas verdes, a tal punto que se paró, comenzó a dar vueltas en círculo y se tapó los oídos con todas sus fuerzas, para no oír las estupideces de la canción. De pronto se acercó a uno y le pegó una patada, en el instante mismo que dos duendecillos más brotaron del nuevo esquivando el golpe. Se pararon, rieron y cantaron felices. Andrés en su desesperación atacó a todos los duendes – o al menos hizo el intento - pero el trato fue el mismo; se dividían y se formaban dos nuevos duendes más verdes y más risueños que el original. Sin más remedio que la huída, arremetió contra la puerta de salida y salió al aire libre donde el sol se había tornado rojo denostando un aspecto cómico que quizás en otras circunstancias le hubiera dado risa. Miró a los elfos de la aldea y comenzaron a repetir sus acciones uno por uno, el mismo niño caía una y otra vez de la ladera, los ancianos entraban con leña a las casas y salían de ellas con los brazos vacíos; pero todos se detenían un instante para observar al visitante y saludarle con la mano. Todos los monstruos estaban allí como riéndose de él, sabiendo algo que él no sabía.
No había caminado más de dos minutos por allí cuando un cóndor verde pasó cerca de su cabeza y le vomitó un saco entero de hielos que le dieron de lleno en la cabeza. Andrés estaba atónito con lo que pasaba, dudando sobre lo que estaba ocurriendo – “es una suerte que no esté pasando en verdad, cuando despierte olvidaré todo lo que está pasando”- y caminaba lo más lejos de ese enfermo sector.
Mientras caminaba, el canto de los duendecillos se hacía notar dentro de su cabeza Parece que se oyen pasos, un cerdo andando en bicicleta pasaba por el lado De un humano ya sin caso, en el cielo se pintaba una sonrisa De la yerba prometida unos ojos en el pasto de abrían y mostraban sus rojas pupilas De ilusiones ya sin vida, un elefante pequeño le comenzó a lanzar un piropo, No puedes volver, no hay un portal, el escapista caminaba sin rumbo, sin saber que estaba atrapado en ese mundo sin lógica.

viernes, 29 de julio de 2011

Sin energía

"A sinergia, banda rara y digna de mención"

En un día de verano
Caminando por la calle
Mirando cada detalle
Me encontré con un fulano
Preguntó si estaba sano
“Sí” le dije muy contento
Porque no voy al convento
“¿Tú qué haces aquí tal cual?
“Ahora voy a un recital”
El me dijo yo no miento

“Y tú a quién irás a ver”
-“A un grande de la logística
Que enciende toda la mística
Con sus versos pa’ correr
Mi fuerte ellos han de ser
Para hacer lo que hacen ellos
A mí me parece bello
Aunque no les guste a muchos
Te pregunto entonces Lucho
Si quieres ver el destello”

-“Pero aun no me dices cuál
Es el grupo tan gustoso”
Entusiasmo perezoso
Me tenía ya muy mal
Era como un pantanal
Que llevaba mi flojera
Se pasara era mi espera
Todavía no pasaba
Pues tenía mucha traba,
El concierto era la pera.

“El grupo ya lo conoces
Y hasta creo que te gusta
Su nombre decirlo asusta
Pues Pandemia es él entonces.
A la hora de las once
Por allá en el “Manducán”,
Teatro Caupolicán,
El lugar por nombre lleva
Pues que de hombre es que se atreva
Ir antes del qué dirán”

“¡Pudo haberlo dicho antes!
Es un grupo muy fantástico
Me gusta, que no es de plástico
Y mucho más su cantante
Con una canción que cante
Se revuelan mis principios
Todo se vuelve de ripio
Porque parezco muy leso
Aunque sea un poco tieso
Ya parézcome a C3PO* [Citripio]

Me sé todos sus cantares
De el último hasta el primero
De sus discos, el tercero,
Para mí es todo un mangiare*
Yo creo que son juglares
Del actual contemporáneo
Con su estilo misceláneo
Su música pegadiza,
Que a mi mucho me hipnotiza,
Se me adentra hasta en el cráneo”

Al teatro fui corriendo
Pues estaba entusiasmado
Para verlos en su estado
Y así poder seguir riendo
Todos lados iba viendo
Al reloj en especial
Que tras su gran ventanal
Me mostraba ya la hora
Y encerraba en el ahora
Mucho tiempo al recital

Esperar solo quedaba
Cuatro horas por lo menos
Que pasaron con refreno
Que la hora separaba
Mi paciencia se estancaba
Pero nunca me rendí
Fui a pasear por allí
Para las horas matar
Y así poder saludar
A la banda en frenesí

“Me gusta, me gusta”

“Me gusta cuando te veo:
Mi corazón se acelera
Y yo me pongo a temblar;
¡Ay, me gusta su manera!”

¡Que me gusta esa canción!
Me gusta, me gusta mucho
Me gusta cuando la escucho,
Siento mi respiración
Es una gran sensación
Siempre yo la manoseo
Con ella yo me meneo
Todos los días la admiro
En mi casa la respiro,
Me gusta cuando te veo

Es el ritmo que me gusta
Cómo cambia y se retuerce
No para de revolverse
Sonando incluso hasta adusta
Eso es lo que a mí me asusta
Porque es como si cayera
Cómo si nadie me oyera
Es mucha inseguridad
Y por eso en la bondad
Mi corazón se acelera

Es que de algo yo me acuerdo
Siéntome identificado
Con la letra tan de lado
Una mujer me recuerdo
Es cuando pierdo lo cuerdo
Frente a ella allá en su estar
Es que la quiero encestar
Para ella ser mi amante
Que ni un poco yo le cante
Y yo me pongo a temblar.

Tan retorcida mi historia
Asimismo la canción
Puede prender la pasión
Que yo guardo en mi memoria
Porque siento aún más la gloria
Se me agota ya la espera
Que no me repercutiera
Decirle: “Me llamo Leo,
Que yo mucho la deseo,
¡Ay, me gusta su manera!”

“Trabajólico”

“Porque soy un trabajólico,
Ingeniero y esforzado,
Yo soy tan trabajador,
Debería ser gerente”

Es la segunda canción
No mejor que la primera
Pero aun buena siendo entera
Me gusta en cada ocasión.
Se trata de una ambición
Un maldito no-alcohólico
Que no consume anabólicos
Que quiere ganarse plata
Diciendo a todas sus ratas
“Porque soy un trabajólico”

Quieren ser dueños del mundo
Y con la plata quieren eso
Pa’ ser feliz, se hacen leso
Para ellos, no rotundo.
Yo creo que es infecundo
Que la vida es como un dado
Para eso ya no hay pasado
Solo un presente por ver
No sirve de nada ser
Ingeniero y esforzado

Pero yo que tanto hablo
Si también soy ingeniero
No quise ser carnicero
Sino hombre de vocablo
Yo no soy como don Pablo,
Todo un gran emprendedor
Sino un bello cumplidor
Para ayudar a la gente
Y por eso tiernamente
Yo soy tan trabajador

La canción en sí es muy buena
Es muy pausada, oclusiva,
No llega por mucho arriba
Aún así quita las penas
Cada rato que se frena
Un silencio de teniente
Se cuela calladamente
Pero el silencio tan largo,
Que llega con todo embargo,
Debería ser gerente.

“Mi Señora”

El silencio envuelve todo
Porque viene otro temón
Que retrata un gran sermón
De una señora sin modo
A su hombre no llega al codo
Porque sale a cada rato
Enfiestada en patronato
Parrandeando con su amiga
De noche anda con “La Liga”
Tomando harto sin recato

El cantante de Pandemia
La presenta con silencio
“A esta mujer yo sentencio,
Aunque son ya una epidemia”
El DJ con la glicemia
En las nubes por locura
Lo acompaña con premura
Alzando el ritmo allá en su mesa
Un puntapié con certeza
Da inicio a la obertura

Lo acompaña la guitarra
Con maltratados acordes
Lo sigue el bajo, motor de
La eléctrica gran chatarra
Se fusionan con la farra
Ensambladas por la voz
De un gran cántico feroz
Que revuela toda masa
Llegando a todas las razas
Cortan cuerdas tal cual Oz

La percusión pone el sello
A los gritos y alaridos
Es el Bruno con chasquidos
Es la luz en un destello
Golpeando a su gran camello
A la caja con baquetas
Ya el ruido todo completa
Que el platillo finiquita
Y la ovación se desquita
Con aplausos de avioneta

“Mujer Robusta”

Pegadita a la anterior
Uniendo todas las notas
Otra canción se denota
No por mucho superior
Otra mujer posterior
Que destaca por sus músculos
A su hombre ve minúsculo
Pero a él mucho le gusta
Su fuerte mujer robusta
A quien regala crepúsculos.

La acompaña allá al gimnasio
Para verla trabajar
Los músculos de manjar
Pa’ que agranden sus espacios
Para él que no es reacio
Verla a ella mejorada
Él dice que ella es un hada
Que toma sus decisiones
Y el acata sin presiones
Para evitar esa espada

La canción es muy chistosa
Da materia pa’ reír
Para bromas recibir
Si esa mujer es tu esposa
Si a él le parece gustosa
Da lo mismo digo a él
Aunque no es pa’ mi un clavel
En gustos no hay nada escrito
Y si yo lo felicito
Es pa’ no dañar mi piel

Las palmas pide a la gente
Que salta, canta y aplaude
La canción no ha sido fraude
Sino un cántico insolente
Se retrasan lentamente
Esos ritmos no armoniosos
El batero silencioso
Refrena el lindo espectáculo
En su mano exhibe el báculo
Que arroja en un fin tedioso

“Chupatrón”

Empieza una introducción
Un bajo, una batería
Un Dj en la agonía
Y una eléctrica ilusión
Un canto a la descripción
De un personaje muy loco
Del patrón que guarda foco
Por maltratar empleados
“Yo los mato si me enfado,
Que paciencia tengo poco”

Es muy malo el personaje
Si hasta parece muy cuma
Guarda siempre cortaplumas
Pa’ cortar sus tristes pajes
Las mujeres trata a ultraje
Si no cumplen con lo dicho,
Si las trata tal cual bicho
Quizás maldito estará
Este cerdo desde allá
Que volviera ya a su nicho

El patrón así de ralo
Que nos trae triste historia
Se le olvide en la memoria
Pues el canto no es tan malo
Si el cantante con un palo
Lo agita con mano al viento
Animando así el evento
Alegrando multitudes
Quitándoles ataúdes
Sacándolos del convento

El cantor se va paseando
Entre el bajo y la guitarra
Como haciendo la cimarra
Pues se mueve tambaleando
De a poco se va creando
Un silencio repentino
Que llega con desatino
Porque todos se entristecen
Cuando los ritmos perecen
Y se afronta el crudo sino

“Playero”

El silencio se hizo poco
Ya que así sin más rodeos
El Bruno parte de nue’o
Golpeando a su Bolocco
Para él es como un moco,
Todo le parece fácil
Él dice que hay que ser grácil
No quedarse tan estático
Así saldrá todo cuático
Y se siente así muy “jásil”

Es el turno del playero
De otra canción aún más buena
Que se arma en buena escena
En la playa, en el estero
En que el control se hace cero
Se disfruta de la vida
Con guitarras retorcidas
Con las danzas a lo exótico
Con mujeres, baile erótico
Una vida divertida.

La canción todo repite
Me dio un tiempo de relajo
Para comprarme un gran fajo
De papitas pa’l desquite
Mucha gente que lo admite
Que esta canción es muy fome
Yo opino que no lo tome
Que este tema no es en serio
Debe ser todo un misterio
Que no hay cómo que se asome

La canción va terminando
Y a pesar de ser tan mala
La gente levanta el ala
Para aplaudir festejando
Algunos lo hacen tomando
No con poco de estupor
Si hay tener un temor
Porque no está permitido
Aunque suene divertido
Ha terminado el cantor

“Amor Alternativo”

El DJ introspectivo
Interpreta algo muy suave
Algo que parece clave:
Es “Amor Alternativo”.
El cantante afirmativo
Introduce unas palabras:
“Esta es pa’ todas las cabras,
Y los cabros del amor
Que lo sienten un motor
Y solo quieren que se abra”

¡Wow! Me brota la ilusión
El corazón se me agita
Las manos ya me palpita
Se me viene un encontrón
Es que es una gran canción
Un tema de esos históricos
Que a todos nos vuelve eufóricos
Es la fresca melodía
Es una suave agonía
Ambientándose calóricos.

Se me ocurren frescas cosas:
“¿Le puedo sacar un pelo,
Pa’ guardarlo con recelo
Y enredarlo en unas rosas?”
Si es así de esplendorosa
La canción lo vuelve mono
Diferente ver el cono
Distorsión a toda cara
Cosas raras que pensara
Hasta incluso en el Ozono

Unos zombis parecemos
Despistados y volados
Como estando en un buen prado
Yerbas buenas que tomemos
Que la canción terminemos
Ya parece una locura
Y aunque suene prematura
La idea es la gran verdad
El cantor con brusquedad
Pone fin sin comisura

“Concurso”

“Para terminar, buen hombre,
Le ponemos un gran fin
Así que este tema ruin
“Concurso” lleva por nombre.
¿Les gusta que es de renombre?
Así pues junten tapitas,
Etiquetas, también citas,
En un sobre que las metan
¡Y a ganar que a nadie retan,
Es Concurso, por la chita!”

Sentimientos encontrados
Nadie quiere que se acabe
Entonces pifia al relave
¡Que la última no se ha dado!
Y muy desilusionado
Que hasta aquí van sólo ocho
Ya me siento un gran morocho
Y no es cosa de principios
Sino triste el municipio
Que me vaya pa’l Mapocho

Lejos suena la canción
Porque no la siento cerca
Y de a poco no se acerca
Que me sumo en mi misión
Ensimismada ilusión
Terminada fantasía
Acaba sabiduría,
Que pa’ eso me has de servir
Se termina el triste oír
Pues me aparto en la agonía

Muchas piedras en la calle
Pa’ patear por desconcierto
Venir no fue gran acierto
Porque no se vio detalle
Y no es que yo me desmaye
Por esta oscura tristeza
Pero un vaso de cerveza
Sirve pa’ las penas raras
Que la entrada estaba cara
Creo sigue la aspereza

“Marina”

Mi mente se lo imagina
Es “Marina” allá a lo lejos
Ilusión como en espejos
Es que pienso en la rutina
Me siento como en la ruina
Depresión post-recital
Escuchando cosas mal
Distorsiones caen vagas
Será que en verdad es maga
Parece sigue el caudal

Yo me acerco al escenario
Y se escuchan tres mil voces
Ciento veinte tiernos roces
De cinco rotos precarios
Ritmos van tocando varios
Y es “Marina” firmemente
Y me acerco lentamente
Y retorna la emoción
Se me vuela la ilusión
¡Es Pandemia no en mi mente!

Todo ha sido una gran broma
Quizás no he escuchado bien
Si no siento ya mi cien
Que retorno yo ya a Roma
Tal molestia que se toma
A saltar me pongo al medio
Ensuciando bellos predios
Con sucesos reprimidos
Recuperar lo perdido
Ya me siento sin remedio

“Marina” se lleva al hombro
La canción del renacer
Ya que el duro perecer
Al nacer se hizo un escombro
De “Marina” yo me asombro
Porque no pesca a Tomás
Un gallo que es muy capaz
Pero tonto aquel chiquillo
“Esto acaba con su brillo”
El cantor dice veraz.

“Sentimiento Rebelde”

Que rebelde sentimiento
Se anuncia no por la radio
Aún se siente en el estadio
Maravilloso momento
De nuevo surge el memento
De las cosas que no escritas
Dejan verse tal cual citas
De ruinas muy maltrechas
Que se vuelven bien estrechas
Con un ritmo de abuelitas

Las masas se vuelcan todas
Desde un lado para el otro
Meniándose como un potro
Oyendo todas las codas
¡Ay! ¡Que ardan esas modas!
Como el fuego es que se prende
Con la letra del Rosende
Que revuela aquel sentir
Rebeldía en mi vivir
Y me alegro yo por ende

De escucharla todo el día
Viviría en otro rumbo
Otras partes dando tumbo
A nadie obedecería
Es mención de la alegría
Alergias en divergencia
No me importa ya mi agencia
Es cuento pa’ ese otro perro
Es un hueso pa’l becerro
Que no van a convergencia

Eso yo debo de hacer
Escaparme en mi gran moto
Con despedida de roto
Y plantada a mi mujer
Cosas buenas hay que ver
Debo dedicarme al rock
“Do you think I wanna fuck?”*
Gritar fuerte aquella rumba
Y mear en toda tumba
“You my balls you have to suck”*

“Tipiquísimo”

Y con rabia ya se anuncia
Un tema que no es menor
Que por solo da calor
Al cual él nunca renuncia
“Tarroje jetraco puncia”
No se puede esto explicar
Con palabras evocar
Entonces nuevos lenguajes
Que cumplan muy bien sus gajes
Para esto hacer entrar

Es de verdad esta ira
Porque siempre pasan cosas
Muy malas, no son de rosas
De cuestiones a la pira
Típico que no respira
O es un cáncer esofágico
Todo lógico aunque trágico
Normal parece por veces
Y eso dura tristes meces
Algunos dicen que es mágico

Neurótico pone a uno
Que nos pasen cosas raras
Tanto que ya son de Sara
Si repiten a otro alguno
Histérico cual ninguno
Hacen que no la disfrute
Como si con gran matute
Un gran palo ya me dieran
Y que ideas me metieran
Pa’ olvidar que pongan mute.

¡Ay! ¡Esta canción que es rica!
Pa’ volar que sirve de harto
Si la escucho yo ya parto
Con la mente llego a Arica
Y no es que les saque pica
Pero hay que darle muy duro
Fumarse cincuenta puros
Antes que esto ya se acabe
Se relaje tal cual ave
En silencios como muros

“Señores Pasajeros”

“Este tema ya no es nuestro
Es de nuestro cuarto disco,
Un cover de esos ariscos
De uno de nuestros ancestros
Sea entonces gusto vuestro
Se llama “Electrodomésticos”
De Carlos, el gran doméstico,
Cantor de grandes manjares
Que llegó a todos sus pares
Al ochenta allá en Rockéstico”

Es un tema rebuscado
Que ya nunca se lo tocan
Siendo bueno no lo evocan
O soy único jugado
Desde ya su gran pasado
Carlos Cabezas de ochenta
De la banda en los noventa
Renovando ritmos viejos
Nueva música a lo lejos
Carlos trajo como menta

La canción es un parlatti
Es decir que no se canta
Sino se habla hacia la manta
Se dice como a la Patty
Y también lo escucha el Matty
Que sabe ritmo no hay
Como aquel allá en el CAI
Pues es gran entristecer
Letras como textos ver
Aún es bueno lo que hablay’

Es muy rara esta canción
Y es lo que la hace tan buena
Que se adentra hasta las venas
Inundando el corazón
No se diga que es mamón
Estos de versos de trabajo
Nunca miran hacia abajo
La canción está a su igual
Que escucharla hay poco mal
Mejor me guardo este ajo

“Síndrome Camboya”

El pasado toma riendas
A esta hora en el estadio
Como en las tan viejas radios
Que se guardan siempre prendas
No saquen sus reprimendas
Que este éxito de hace antes
Da fervor a los parlantes
Prende el ímpetu grosero
Adornando a los roqueros
Y excitando a los bailantes

El acorde primordial
El primero de este baile
Que se enciende como un fraile
De fibra muy vegetal
Y se vuelve principal
El entorno movedizo
Huyen del tiesto y del piso
Los puños que van volando
Las patadas van rozando
Mi espinazo poco liso

El coro se embarra todo
Con distorsión bien pregnante
Con gúturo del que cante
Y las riñas codo a codo
Para esto pierdo el modo
Si no cuido con recelo
Ni el último de mis pelos
Eufórico también soy
Para todos: “Aquí estoy”
Que de un golpe yo los vuelo

Es el Síndrome Camboya
Deja a todos contra el muro
De Camboya es este oscuro
Pasado en la claraboya
Nadando a tocar la boya
El primero se lo gana
Y así todos como rana
Se pelean el gran premio
Derrotando a su gran gremio
De vapores que no emana

“ Déjame danzar en el fuego”

Un relajo venidero
Que muy falsa predicción
No resume toda acción
Que a venir de basurero
Con pájaros del alero
Que vienen desde el norte
No guardan mucho su porte
Que aletean, fuego rojo
Prenden chispas sus despojos
Ampliando su gran aporte

Me causa tanto delirio
Estos cantos de otro mundo
Que afectan al trotamundo
Encendiendo todo lirio
Ese lirio se hace un cirio
De fuegos muy arropados
Que se expande hacia otros lados
Promoviendo una fogata
Que ya a muy pocos acata
¿Puedo bailar en su prado?

Déjeme entonces hacerlo
Quiero bailar sobre el fuego
Y por eso a usted yo ruego
Que no puedo yo cederlo
Ya que no pude prenderlo
Bailo entonces sobre él
Bailes dulces como miel
O graves como de orcos
Si no puedo yo me ahorco
Ya no resiste mi piel

Y se siente que se acaba
Cuando acaba de empezar
Es que es corto este rezar
Este orar que ya pasaba
El cantante que se alzaba
Pidió a su tan gran audiencia
Que ya no era su regencia
El poder seguir tocando
Y con pifias de agravando
¡Decidió seguir su agencia!

Producido by LeoOlea
Entrega final del curso "Lenguaje y Literatura"

Soldados de Roble

Estaba Esteban sentado sobre una piedra plana, a orillas de un riachuelo. El cuello lo estaba descansando hacia atrás y miraba directamente hacia arriba. Estaba llorando y las lágrimas se le extraviaban entre su cabellera castaña. Su voz estaba desgastada por los gritos guturales que había soltado durante todo el día de hoy. Ahora el bosque lo rodeaba y los árboles le bloqueaban de todo; el viento se perdía entre la madera de roble, el sol era absorbido por las hojas que querían hacer fotosíntesis, el ruido se hacía silencio constantemente y por veces lo único que podía escuchar era su corazón que latía fuerte y rápido por el temor y el cansancio.
No podía entender cómo había terminado allí, no podía entender en realidad, cómo habría pasado todo eso. Si en la mañana todavía estaba en Santiago preparándose para viajar al sur junto a su hermana. Llevaban siete horas consecutivas de viaje y se le ocurrió parar a orillas del camino para abrir el portamaletas y sacar un chaleco que yacía en la valija de su hermana, pues ya el frío se había colado por las rendijas de la ventana y reinaba fuera y dentro del vehículo. Debió escuchar entonces los pedidos de su hermana de no estacionarse allí, pero él no la escuchó y sólo intentó calmarla con una suave canción de cuna, la canción del soldadito que tanto le encantaba a ella…
Bajó la cabeza y miró el agua cristalina, se acercó a ella y se arrodilló, observó entonces su reflejo y vio por un momento a su hermana junto a él, se dio vuelta lo más rápido que pudo, pero no había nada excepto por un búho que cantaba y lo observaba directamente. Miró entonces otra vez el agua y el reflejo ahora mostraba su rostro decepcionado y triste. Más allá del mismo reflejo vio la escena precisa en que se perdió María, su hermana; cuando él se bajó del auto para abrir el portamaletas, su hermana habría salido corriendo hacia el bosque introduciéndose en él mientras Esteban se distraía abriendo maletas. Cuando hubo cerrado el maletero y hubo vuelto al auto con el sweater en la mano, se percató a través del retrovisor que su hermana ya no estaba…
El mismo búho que habría visto tiempo atrás lo distrajo y Esteban volvió en sí. Lo miró otra vez y le gritó; el búho ni se movió y lo siguió mirando. “Pájaro estúpido” dijo para sí mismo mientras tomaba un poco de agua con las manos y se la vertía sobre su cabeza, recordó entonces todos los sentimientos que se le vinieron cuando se dio cuenta que su hermana no estaba; la risa cuando creyó que ella se había ocultado debajo del asiento, la ira cuando se dio cuenta que no estaba en el auto – “le dije que no saliera, que afuera hacía mucho frío” –, el instinto paternal cuando bajó del auto, el desconsuelo cuando no la encontró fuera y el terror cuando miró todo un bosque que se alzaba ante él, el mismo bosque que ahora lo cobijaba y a ella también.
De pronto las ramas caídas comenzaron a crujir, la hierba empezó a mecerse de un lado a otro, los pájaros salieron volando en dirección contraria y por un momento sintió que los árboles se abrían para revelar un pasadizo. Tuvo que desviar la mirada un rato y restregarse los ojos para percatarse de que era producto de su imaginación, pero lo que sí estaba pasando, era que algo se aproximaba entre los troncos, ignoraba si era algo grande o pequeño, quizás era animal, un perro o un lobo, también podría ser un hombre, o una mujer o una niña o - “¡María!” -, comenzó a gritar Esteban - ¡María!, ¿eres tú? – No se escuchó respuesta alguna, entonces se agachó para agarrar una vara - ¿Quién está allí? – preguntó a la nada con la varilla apuntando hacia ése sector.
- Soy yo, – se escuchó de pronto. – el cuidador de este bosque – Detrás de un tronco salió una persona de edad, tenía arrugas que le colapsaban la frente y los pómulos, los ojos los tenía casi cerrados y hundidos de tal modo que no podía distinguirse el color de ellos, tenía una barba descuidada y el bigote prominente, usaba el pelo largo y suelto que le llegaba hasta la espalda. En sí, la apariencia del viejo era desaliñada, con los harapos que usaba (una sudadera con una chaqueta de guardabosques y un pantalón roto de color verde) más parecía un mendigo que un cuidador. – No te preocupes, no voy a hacerte nada – dijo mientras se acercaba. Exhibía una sonrisa alentadora en su rostro que le dio seguridad a Esteban, quien arrojó la vara al piso en señal de confianza.
- Qué bueno ver humanos en esta zona – comenzó a decir Esteban. – Estoy buscando a mi hermana que se me ha perdido, nos detuvimos en la carretera y ella se incorporó al bosque corriendo mientras yo hacía otra cosa, ¿no ha visto usted a un niñita de unos nueve años corriendo por aquí?
- Es muy difícil ver personas en el bosque, a nadie se le ocurriría correr por entre los árboles. – hablaba lentamente y rasgando la voz, como si apenas le saliera – No he visto a nadie por acá en mucho tiempo; claro, hasta que lo encontré a usted. – Se acercó al visitante y luego miró hacia arriba –Está oscureciendo y no entiendo qué hace usted aquí.
- Ya le dije, - habló Esteban comenzando a irritarse – estoy buscando a una niña que está perdida y no pienso irme de aquí hasta encontrarla
- Debería detener su búsqueda por hoy, hace mucho frío y es imposible encontrar algo sin luz ya que veo no tiene linterna.
Esteban tenía una linterna, pero en una caída estúpida se cayó sobre ella, rompiéndola.
- Si va a estropear mi búsqueda, puede irse por el mismo lugar que llegó – Esteban se estaba molestando con la presencia de tal ser.
El guardabosque se dio cuenta de que el joven estaba molesto. – Disculpe mi amigo, no era mi intención molestar, pero debe saber usted que es muy peligroso recorrer este bosque de noche – Hizo una mueca que inspiraba risa y continuó – Yo traigo una carpa conmigo, puedo dejársela para que pueda pasar la noche.
- Agradezco su hospitalidad, pero no le temo a los animales del bosque; estoy bien preparado para defenderme – le mostró un cuchillo que tenia atado al cinturón.
- Veo que lo está – respondió el viejo -, pero yo no estoy hablando de bestias ni animales, me estoy refiriendo a una cosa mucho peor. Por su ademán me doy cuenta que no me cree, así que no le voy a fastidiar mis historias. Por lo demás, tengo una linterna extra que siempre llevo conmigo – buscó en el bolsillo de su chaqueta y sacó una, se la pasó en la mano y se dio vuelta para marcharse – Espero consiga lo que quiere y le avisaré si encuentro a María.
Esteban lo miró mientras se retiraba y con la intención de detenerlo estiró el brazo, pero ya era muy tarde, el guardabosque se había perdido en la oscuridad. Miró entonces el objeto que le había entregado, una linterna pequeña que iluminaba muy bien. La probó apuntando hacia arriba y se percató que alumbraba hasta la última hoja. Fue a buscar su mochila para sacar una botella que llenó hasta el tope con el glorioso líquido refrescante del riachuelo, lo guardó y partió. Aprovechando los últimos rayos de sol salió corriendo entre los árboles, agachándose para esquivar las ramas que se disparaban desenfrenadas sobre su cabeza, saltando las piedras que entorpecían su camino creyendo que podrían detener su andar, esquivando los arbustos y los troncos como una gacela, pisando el barro con sus bototos que se hundían tres centímetro; pero él no se detuvo y por si fuera poco gritaba el nombre de su hermana con cada exhalación.
No pasaron más de quince minutos y se detuvo, ya la vista no le permitía esquivar el siguiente árbol y la luna no lo acompañaba a su andar, la oscuridad estaba tomando posición en el bosque y no habría podido distinguir un árbol de una persona. Sacó la linterna del bolsillo y alumbró lo que le quedaba por recorrer. Sacó la botella de la mochila y tomó un poco de agua, la guardó y después de una profunda inspiración, partió de nuevo. La linterna la tenía en la mano izquierda y la movía de un lado a otro donde escuchara algún ruido extraño. Por más de una vez oyó aullidos y ladridos, pero él no se detuvo, sólo miraba a los lados cuando los sentía.
La marcha se hacía cada vez más lenta producto del cansancio y de la visibilidad. De pronto se dio cuenta de que lo seguían, no sabía qué cosa era, pero había algo que estaba allá atrás y no dejaba de observarlo. Se detuvo, alumbró hacia el lugar sospechado y sacó el cuchillo con la otra mano. Detrás de él, sintió que las ramas se quebraban y se dio vuelta lo más rápidamente posible. Entonces algo se le tiró encima y la linterna salió volando apuntando en todas direcciones hasta que se detuvo en un charco de lodo apuntando hacia la escena de conflicto: había un hombre tendido en el suelo con un lobo encima que intentaba morderle el cuello. Para defenderse, la víctima tenía el cuchillo atravesado en el hocico de la bestia, presionando con toda su fuerza para que el animal no pudiera cerrar su quijada, pero eso no era todo, la bestia tiraba zarpazos con sus garras hacia la cabeza de Esteban quien se movía de un lado a otro para que no le tocaran aunque más de una vez le hizo una herida en el pómulo. Las patas traseras del lobo presionaban fuertemente los muslos de la víctima mientras ejercía más presión con la mandíbula creyendo que podría triturar el filo del arma con los dientes. La intensidad de la luz iba disminuyendo ya que el charco en el que había caído la linterna estaba accediendo y se hundía lentamente; no pasaron ni tres minutos y ya la luz se había agotado por completo. Esteban seguía batallando contra la bestia y ninguno de los dos cedía terreno, por un lado el cuchillo estaba hiriendo a la bestia mientras que ésta ya había rasgado por completo las piernas de su víctima. Estuvieron mucho rato así, hasta que de un momento a otro el lobo salió corriendo de la posición en que estaba. Esteban, extrañado con la situación, se movió rápidamente para ir a buscar la linterna bajo el temor de que el lobo volviera, pero debido a la absoluta oscuridad, se tardó cinco minutos y diez caídas hasta por fin encontrarse con ella. Cuando la encontró, alumbró a todas partes a ver si encontraba la señal de la bestia feroz que lo había atacado, pero no encontró nada, excepto por las pisadas del lobo que dejó en su retirada. Hasta ese momento no se había cuestionado el porqué la bestia había salido corriendo, y al ver que no regresaba, comenzó a pensar las razones de su huída. No tardó mucho en darse cuenta de que no había ninguna razón coherente ni concreta, “Le di miedo” dijo entonces para sí mismo un poco para darse ánimo y reírse un poco de la situación.
Fue entonces a buscar un lugar cómodo donde descansar y vio al rato una raíz sobresaliente en la cual se sentó. En ese preciso momento, recibió el impacto de sus heridas, hizo una mueca de dolor y prosiguió a revisarlas; en la cara –no tenía un espejo, pero se las palpó – tenía dos llagas poco profundas y uno que otro rasguño pequeño de los que no brotaba sangre, después se revisó las piernas que yacían casi inertes después de haberse sentado, tenía heridas punzantes correspondientes a cada una de las garras de la bestia. Cuando se tocó las magulladuras sintió un intenso dolor que le hizo gritar, después sacó una polera que tenía en su mochila, la rasgó por la mitad y se limpió las heridas para luego hacerse un torniquete, sacó la botella con agua y con ella procedió a limpiarse las llagas de su cara y humectar los harapos que tenía como venda.
“Debo encontrar pronto un riachuelo” pensó en voz alta al ver que le quedaba poca agua en el envase. Miró a su alrededor para buscar uno y al ver los innumerables árboles que lo rodeaban, recordó que estaba allí para buscar a su hermana que se le había perdido. Sintió ganas de llorar como cuando se dio cuenta por primera vez que su hermana se había perdido en el bosque, pero no lloró, se contuvo y retomó fuerzas de sus emociones para pararse y proseguir.
Pero algo le faltaba y no sabía qué era, iluminó entonces toda la zona y un resplandor plateado le vino de vuelta: era el reflejo del cuchillo que estaba enterrado en un árbol cerca de allí. El arma blanca había salido volando cuando el lobo abandonó a su víctima clavándose por ahí. Lo fue a buscar y lo retiró del lugar en que estaba, lo inspeccionó y notó manchas rojas en él, era sangre del lobo que había fluido cuando le rasgó parte de su hocico. “Al menos me quedé con un recuerdo de él” pensó “De todos modos el se llevó algo mío en sus garras” y se miró las piernas que habían ensanchado por el nudo que había hecho alrededor de ellas.
Se alistó para seguir su búsqueda; limpió el arma blanca con un poco de agua y el resto lo usó para satisfacer la sed que le había brotado con el encontrón, ató el cuchillo a su cinturón, se puso la mochila al hombro y después de inhalar y exhalar reiteradas veces, prosiguió su búsqueda con un trote rápido.
Con cada paso que daba, el dolor se agudizaba y molestaba en su travesía, incluso muchas veces tuvo que detenerse para apoyarse en un árbol a descansar un buen rato.
Pasaron dos horas hasta que se encontró nuevamente con una vertiente de la que pudo beber y rellenar su botella. No estuvo mucho tiempo descansando a orillas del riachuelo, Esteban sabía que debía encontrarla lo antes posible.
Llevaba diez minutos trotando cuando una raíz a baja altura se enredó con sus pies haciendo que cayera de bruces sobre el suelo húmedo. A la caída, se enterró una piedra filosa en el estómago que lo dejó adolorido un rato. Con el impulso con el que iba, la linterna se le arrancó de sus manos cayendo mucho más allá. Después de restregarse la zona recientemente dañada, se aproximó a recoger la linterna y notó que al lado de ella había un collar dorado, lo reconoció de inmediato; era la gargantilla que su padre le había regalado para el día de su primera comunión, era de oro y tenía una medalla en que tenía grabada una cruz. La recogió y se ilusionó con lo que había encontrado. Lo guardó en el bolsillo después de haberlo besado y siguió corriendo luego de haber recogido la linterna.
Mientras corría – ya no trotaba al saber que su hermana había pasado por allí – pensaba en la linterna; llevaba durando tres horas y todavía no mostraba señal de agotamiento. “Tiene excelentes baterías” pensó en voz alta. Error garrafal: la ampolleta de la linterna al rato comenzó a pestañear. Esteban, preocupado, se detuvo y le dio unos golpecitos con los cuales se recuperó.
El bosque se había quedado callado de un momento a otro, los pájaros ya no canturreaban, el crujir de la madera se había detenido, ni siquiera el viento soplaba. E incluso su corazón no palpitaba excitadamente sino que se movía pausadamente aumentando la sensación de vacío alrededor de Esteban.
“Es terrorífico el bosque” pensó “pero lo es aún más cuando está en silencio”. Una risita se esbozó en su cara y gritó: “María” como ya había hecho muchas veces, pero esta vez fue diferente; esta vez se escuchó una respuesta, una mujer le había contestado con inseguridad. ¿Podría ser? ¿Podría ser su hermana la que había respondido? ¿La habría encontrado al fin después de seis o más horas de recorrer desesperadamente el bosque? Eso no le importaba, alguien que podía ser su hermana le había contestado y, corriendo aún más rápido, fue hacia el lugar donde había escuchado la voz de la niña.
“¡María!, ¿eres tú?” gritaba mientras corría. Cruzó un umbral generado por dos árboles que se extendían en forma de arco y se encontró con un destello que lo dejó ciego algunos segundos. Sintió el cálido abrazo de una persona que se había abalanzado hacia él con mucha fuerza.
El dolor se hizo nada, la angustia cesó por completo y el cansancio se hizo nimio ante la desenfrenada euforia que le brotó desconsoladamente ante la presencia de aquel ente que estaba ahí, junto a él. El encandilamiento que había sufrido momentos antes se fue y pudo ver el rostro dichoso de su hermana que lo miraba con los ojos llorosos. Estuvieron largo rato así, mirándose mutuamente con los ojos hinchados de tanto llorar y sonriendo, lanzando de vez un cuando una risita extraviada que se perdía en el silencio del bosque.
- ¿Estuviste tanto tiempo buscándola para no decirle nada? – una misteriosa pero conocida voz se había interpuesto en la felicidad tácita en que se hallaban, pero no importó. “¡Qué bueno verte hermanita, no sabes cuánto te eché de menos!” dijo al fin Esteban y rompió en un cálido abrazo que desembocó en una sinfonía de llantos que entorpecieron el “concierto para naturaleza” de Beethoven.
Estuvieron así largo rato, hasta que Esteban se vio interrumpido por una incertidumbre. La voz que había escuchado hace poco rato era la voz del guardabosque, pero qué hacía él con ella en ese lugar del bosque. Se separó un rato de su hermana y lo miró fijamente.
- ¿Qué hace usted aquí? – preguntó con un poco de desconfianza, a tal grado que con su mano derecha tomó el mango del cuchillo
- Esperándote – rió el viejo. Luego de ver la cara de confusión de Esteban, agregó: – Puedes soltar tu cuchillo, no te voy a hacer nada. Verás, yo estoy al mando de un ejército, el mismo que ayudó a los autóctonos a detener el avance de los españoles, el mismo que combate día a día contra la contaminación, el mismo que lucha contra los vientos imprudentes, el mismo que batalló codo a codo con el ejército libertador contra los realistas, el mismo que se plasma en la leyendas y mitos: el ejército del…
- …Bosque – dijeron al unísono Esteban y su hermana.
Todo adquiría sentido en ese momento. Fueron los árboles los que quitaron de encima al lobo que apresaba a Esteban, fueron las hojas las que lo cobijaron cuando éste se hallaba cansado, fueron las raíces las que hicieron que se cayera justo en el lugar donde estaba la gargantilla, fueron los árboles los que se movieron para formar un sendero hacia su hermana, el bosque fue el que invocó el silencio para que pudiera escuchar la respuesta de su hermana, en fin, ahora estaba con ella.
- ¿A esas criaturas se refería usted cuando me advirtió de los peligros del bosque? – preguntó Esteban
- Pues sí – respondió – Cuando una persona se pierde por tres días, el bosque vuelve de madera al visitante y lo convierte en uno de ellos, es una acción de reclutamiento. Ahora, pueden seguir en esa dirección y podrán llegar a la carretera, de todos modos mis soldados los guiarán.
Mientras decía la última frase, su cuerpo se volvía de madera de pies a cabeza y crecía hasta el infinito, de su cuerpo salían hojas y ramas, una de ellas apuntaba directamente un pasillo entre los árboles.
No sin sorprenderse, abandonaron el bosque sabiendo que dejaban atrás a los soldados de roble.

Música y Filosofía

Si ponemos atención en nuestros sentidos, podremos sentir un sinfín de objetos que se revelan en frente o al lado o detrás de nosotros; están ahí, existiendo al igual que nosotros. Veremos la mesa que se extiende por delante hasta la muralla o el ensayo que está leyendo en este momento, escuchamos el camión de la basura recogiendo los tarros allá fuera o el ruido de los dedos escribiendo en el teclado, olfateamos las sopaipillas que se fríen en la cocina o el aroma de lluvia tan típico del invierno, degustamos el chocolate que acabamos de comer o la primera sopaipilla que salió hace poco del aceite hirviendo en la cocina, palpamos el lápiz con el que escribimos o las hojas secas que se desprenden de un otoño añejo
Todo esto para concluir que existimos, al igual que el lápiz, la sopaipilla, la mesa, las hojas, etcétera. Y como dice Heidegger, fuimos arrojados a la existencia como lo fueron el sinfín de cosas que acabo de nombrar. Entonces cabe preguntarse: ¿qué haré de mi existir? Claro, lo pudieron haber preguntado antes, pero por las leyes naturales no se puede y cuando nos percatamos de la realidad, ya es demasiado tarde, estamos existiendo bajo infinitas reglas que demarcan un destino acotado.
¿Qué haré de mi vida?, ésa es la pregunta dentro de la pregunta, la meta-pregunta, un más allá de la pregunta; y yo por mi parte, la respondo con una palabra: música.
Suena extremadamente extraño decir música, si unimos “lo uno con lo otro” caemos en que yo voy a hacer música con mi vida – o de mi vida -. Algunas personas creerán que es una metáfora o una hipérbole, pero la respuesta será la misma
Pueden reclamarme entonces algo obvio, ¿qué otra cosa puedo hacer de mi vida sino vivirla? Es como la música: ¿qué otra cosa puedo hacer de la música sino escucharla? Pero si comenzamos a decir que la vida se vive, entonces redundaríamos y diríamos ¿cómo sé que estoy viviendo? o ¿qué hace que yo viva?
Para responder eso podría perfectamente citar a las teorías biológicas en que la vida corresponde a la serie de procesos biológicos tales como respirar, desplazarse, excretar, digerir, entre otros.
Pero más allá de la teoría, qué significa vivir. Vivir es un sinónimo de la existencia, es decir, todo lo que existe vive y viceversa.
Entonces, ¿qué nos hace ser diferente de los animales? La capacidad de pensar podría ser, o como dice el nombre científico del hombre, homo sapiens-sapiens, hombre que sabe que piensa, y tomando la analogía de un reconocido filósofo griego que dijo pienso y luego existo, entonces el homo sapiens-sapiens sería el hombre que sabe que existe, no sin antes hacer una breve reseña de que homo significa ser proveniente del mono.
¿A qué voy con todo esto? A que el hombre sabe que piensa y por lo tanto, también sabe que siente. Y al final el objetivo de la vida podrán decir que es la felicidad, pero yo creo que el verdadero sentido de la vida son los sentimientos.
Retomando el tema de la música, voy a citar una pregunta antes dicha: ¿qué otra cosa se puede hacer con la música sino escucharla? Cuando me refiero a escuchar, me estoy refiriendo a la verdadera acción de escuchar, a aquella que menciona Luigi Nono como oír lo que verdaderamente está sucediendo, no esa típica representación interna de lo que sucede en lo que oímos afuera, escuchar lo que queremos escuchar.
La respuesta a esa pregunta es la que más me satisface. Aparte de escuchar música, se puede interpretar o se puede componer. Es decir, cuando estamos en un concierto de piano, por ejemplo, escuchamos la música mientras un pianista interpreta la música que un compositor antes compuso. Estos tres procesos artísticos están sumamente ligados a la filosofía y los voy a enumerar y a definir de a uno:
1.- Qué es lo que oímos cuando oímos música. John Cage, compositor contemporáneo estadounidense ya fallecido, menciona que la música es la expresión de arte más subjetiva, y yo, buscándole significación a las palabras de Cage, llegué a la conclusión de que se refería a que la música en sí era la representación de arte más abierta a diferentes interpretaciones, es decir, cuando escuchamos por ejemplo, la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven, los primeros acordes me entregan una inquietud y una inseguridad que se va resolviendo a medida que se avanza en la sinfonía, pero otra persona puede sentir amor dentro de la obra, como otra persona puede encontrar una melancolía máxima en la pieza, y todo gira en torno a las experiencias de la persona, es decir, si aquella persona que escucha la obra y dice: “esta “canción” era la favorita de mi abuelo fallecido”, entonces al escucharla una y otra vez, no va a poder evitar acordarse de él ni menos rechazar la pena que siente al recordarlo.
Por lo tanto, llegamos a la conclusión de que así como a mí una pieza me entrega inseguridad, esa misma pieza puede significar algo diferente para cada persona. Entonces cito a Luigi Nono, quien dice que oímos en lo que escuchamos reflejos internos del exterior y no oímos lo que en verdad existe, es decir, lo que describí hace poco no son más que sentimientos que retomo en mi propio ser, quizás recuerdos, quizás inseguridades, pero no son más que reflejos de lo que en verdad se escucha, porque lo que en verdad oímos en la Novena Sinfonía de Beethoven no son más que una cierta cantidad de violines haciendo un intervalo de sexta menor descendiente y luego hacen otra sexta menor hacia abajo.
Rivera entonces se hará presente mencionando que cuando estamos en una cámara escuchando un concierto, nos sometemos a lo que oímos porque no lo controlamos. Alguna vez yo describí la música como una corriente de agua en que podemos entrar a ella y someternos a ella, o podemos mirarla desde fuera, eso se interpretará por lo tanto como dos dimensiones diferentes de sentir la música, por un lado Rivera refiriéndose a un lado emocional que conlleva a todos los sentimientos que emanan desde nosotros al oír tal pieza, dejándonos llevar por nuestra emociones; y por otro lado, Nono diciéndonos que la música no es más que una cacofonía ordenada de sonidos.
Éste es el nivel más profundo del arte de escuchar porque si tomamos una dimensión al estilo Rivera de ver la música, estaríamos dejando a un lado una dimensión más concreta de ver una misma pieza.

2.- Qué es lo que interpretamos cuando tocamos música. En primer lugar, quiero dejar de inmediato en claro las dos dimensiones de la representación musical (interpretación). Por un lado está el tocar música que sería algo así como lo que hacemos cuando estamos en la playa al lado de una fogata, y por el otro, la interpretación musical que hace referencia directa a los aspectos formales de un instrumento. Me explico, hay dos estratos cuando queremos tocar un instrumento, está el conocimiento y la técnica, el conocimiento son todos los saberes teóricos de la música, es decir, saber las notas, las escalas, los intervalos y saber llevarlos a un instrumento; la técnica se refiere a las facultades especiales de cada persona a la hora de interpretar una pieza, es decir, la virtud musical.
Por ejemplo, yo quiero aprender a tocar violín, he hecho un estudio teórico de la música, sé donde están las notas, sé para qué sirve el arco, sé de ritmos, sé las notas que tengo que tocar para interpretar una canción de cuna y lo más probable es que cuando toque el violín no me salga porque no tengo la técnica necesaria para poder interpretarlo, pero si ese conocimiento lo traslado al piano, lo más probable es que me funcione bien – quizás no a la primera -. Eso es porque el violín requiere más técnica para ser interpretado mientras que el piano no exige tanta como el violín.
Por lo tanto, llegamos a la siguiente conclusión: todo instrumento requiere cierta cantidad de conocimiento y cuando el conocimiento es máximo, ya sólo queda la técnica para poder interpretar el instrumento. Se entiende por ende que la técnica es infinita y sólo se consigue a través de la práctica, entonces, para pasar desde el conocimiento a la técnica, basta solamente práctica.
Ahora que vemos que la técnica corresponde a la virtud de tocar de manera perfecta un instrumento, puedo hacer la relación que quería hacer hace tiempo: conocimiento es a tocar como la técnica es a la interpretación. Cuando tocamos un instrumento, lo hacemos de manera poco precisa y empleando solamente el conocimiento, podemos fallar y no va a ser muy relevante, es porque lo estamos tocando, estamos jugando con el instrumento y digo jugando porque en inglés, tocar es play y play en español también tiene la significación de jugar, por lo tanto, cuando tocamos solamente jugamos con el instrumento. Muy por el contrario, cuando desarrollamos la técnica, comenzamos a interpretar música, ahora una simple falla que nadie puede detectar va a ser horrorosa para el intérprete que va a significar más práctica y más técnica.
La concepción filosófica del interpretar – no del tocar – está en que cuando interpretamos nos involucramos con el objeto, el instrumento se transforma en un órgano más, en “algo que es tuyo, pero no es tu cuerpo” (Cortázar), entonces no es el instrumento el que está emitiendo el sonido, sino que la fusión persona-instrumento es la que emite el sonido, entonces se dice que el intérprete es música. Cuando se interpreta de verdad, se siente que perdemos algo de nosotros mismos, eso es porque la música nos lleva, se apodera de nosotros y sale hacia los oyentes llevándose algo más que música, el sentimiento y el ímpetu de quien interpreta.
Ahora, cuando oímos la pieza, no la oímos directamente del compositor, sino que oímos a un intérprete que está tocando con su cuerpo la música y por lo tanto, sentimos también en la obra al intérprete que dedicó horas y horas de práctica y estudio a esa pieza.
El intérprete es también el mediador entre una obra y el oyente, el intermedio. Pero eso no quiere decir que éste no se pueda involucrar con la obra, porque de hecho, lo hace y sin ese sentimiento sería imposible interpretarlo a tan alto nivel.

3.- Qué es lo que componemos cuando componemos música. Éste es el punto de partida de toda pieza musical, el compositor, quien se sienta a escribir en una partitura lo que quiere que se escuche.
La composición en rigor, es com-poner, es decir, poner algo en una posición adecuada para que esté en completa armonía. La composición por lo tanto es lo que está más ligado a la belleza dentro de estos tres procesos artísticos porque cuando oímos música, escuchamos aquello que está siendo tocado y decimos que eso es bello o no lo es según nuestras propias experiencia, y cuando se interpreta, la belleza está implícita en el intérprete que ejecuta la pieza con elegancia y por lo tanto, de forma bella.
Pero entremos en lo que es componer. Cuando yo me acerco al escritorio y pongo un lápiz en la lapicera, estoy com-poniendo algo visual que se llama orden y logrando una armonía en el entorno, pero por qué puse ese lápiz allí y no en otro lado, porque de todas las infinitas posiciones para ese lápiz, la única en que se iba a ver ordenado es en el lapicero. Buscando la belleza es como encontramos el orden y el orden se transforma en una consecuencia de la belleza.
Siempre digo que la primera gran com-posición es el acto de ponerle un nombre a una persona o mascota, buscamos infinitas categorías de nombres para aquello que queremos nombrar y cuando lo encontramos, es porque nos afecta emocionalmente, ya sea porque lo encontramos bello o porque nos recuerda a algo, como por ejemplo el caso de una empleada que le pone el nombre de su dueña a su hija por todas las cosas que la dueña hizo por la empleada. Entonces, como decía mi profesor de composición, “cuando le decimos “sí” a una cosa, le decimos no al sinfín de cosas que lo rodea” y es claro, las matemáticas lo avalan:

Entonces, cuando le ponemos un nombre algo, ¿qué hace que yo haya escogido tal nombre y no otro? El componer mismo no es en sí el verdadero arte, sino el proceso que hay detrás de una com-posición es lo que comprende el verdadero significado de arte.
Me explico, cuando escuchamos una pieza musical nos percatamos de los aspecto musicales del mismo y nos preguntamos a nosotros mismos, ¿por qué el compositor quiso que fuera así? La respuesta a esa pregunta es la que contiene la filosofía del compositor, y ésta pueden ser infinitas posibilidades. Algo muy probable es que la respuesta del compositor sea: “porque se escuchaba bonito”, pero caeríamos en el significado de lo que es bonito.
¿Qué es belleza? La belleza no es más que un concepto inexistente debido a lo subjetivo que es, la belleza no existe en una obra para nadie exceptuando para el mismo compositor, todas las otras personas escuchan variaciones de esa belleza que pueden no asociarlas a la belleza, entonces algo bello puede ser a la vez feo visto desde otra perspectiva.
Basándonos en lo anteriormente dicho, tendremos dos doctrinas, las del compositor de música clásica que se enfoca de lleno en el auditor preocupándose de llegar a una obra que pueda ser vista por la mayor cantidad de personas como bella; o está la otra doctrina que contempla una visión más egoísta del componer que se refiere a una búsqueda más personal del sentido de belleza que no necesariamente cumple con las leyes de la armonía y belleza tradicional. A esta última se le asocia la llamada música contemporánea o neoclásica que abarca las versiones más extrañas y abstractas de la música.

Concluyendo el tema, podríamos afirmar que el nivel composición es el estrato más cercano a la filosofía porque en él está la difícil tarea de llegar a una concepción correcta del sentido de la belleza.

Redactado by LeoOlea
Ensayo para el curso Ética para Ingenieros, 2009.

Tumbado

"A la memoria del tío Herman Araya, el mismísimo sucesor de San Pedro y heredero de Poseidón; sin él estas historias no serían verdad."

Y como siempre partimos a Tumbes, una bella caleta de pocas, pero generosas personas. Esta ciudad – le doy el honor de decirle ciudad aunque no alcanza a ser aldea – está ubicada al lado de Talcahuano en la Octava Región. Pero no es un lugar de veraneo, es una localidad en que la gente se sacrifica y se levanta a las cuatro de la mañana para subirse a sus embarcaciones, atraviesa toda la bahía ausente de rayos del sol para tirar una red a mar abierto con la esperanza de llegar al otro día con alguno que otro pescado.
Ahora son la jaiva, la corvina o la merluza, pero antes, como decía tío Omer, eran ballenas y tiburones. Siempre nos referimos a él como tío, pero en verdad no es hermano ni de mi madre ni de mi padre, se ganó el apodo porque lo conocemos hace mucho, es más, desde que tengo uso de razón que siempre se ha mencionado con gran ahínco dentro de mi familia.
Tío Omer es una buena persona, deportista y entusiasta, y por si fuera poco, comparte al igual que yo un amor ciego por la literatura, así que cada vez que voy a Tumbes le llevo algún regalo como un libro o una lista de los últimos Premios Nóbel de Literatura; se pone feliz, me da las gracias y entonces él me cuenta una historia.
Historias del tío, son de nunca acabarse, un clímax eterno que te eriza hasta el último pelo. Yo creo que nadie se sabe todas las historias que él cuenta, incluyéndolo a él; cuántos cuentos se habrán quedado presos en el subconsciente o habrán sido borrados por los recuerdos onerosos.
Ya pasó los setenta y recién hace un año que detuvo sus excursiones por el cerro junto a nosotros: la tía Angélica, el Seby (mi primo), mis hermanos, mi mamá si es que no tiene dolencias en su rodilla y quienquiera que desee sentirse mejor tiene la terapia exquisita de subir las montañas que acorralan a Tumbes contra el mar; sentir el olor de la madera, la fragancia siempre-fresca del mar (aroma a pescado vivo), sentir el cansancio del goce y una canción alzándose en boca de todos para llegar a la cima y mirar lo bello de la vida y lo armónico de la existencia. Sí, es una excelente terapia.
Para los más arriesgados, está la ida al cerro por el no-camino y para los que quieran simplemente caminar, está la ruta. Ambas son divertidas, pero depende de la persona. El Seby, por ejemplo, mi mentor de las artes del ascenso extremo, goza siempre de subir por un no-camino, partir sin rumbo hacia lo desconocido haciendo escalada en el muro rocoso en que la única guía que te separa de la muerte es la rama de un árbol, cruzar quebradas imponentes en que las zarzas esperan sedientas abajo, adentrarse entre árboles, espigas y bichos raros, sin miedo, sin temor, con coraje abordando aventuras emocionantes y siempre diferentes. Todos somos discípulos de la tía Angélica, la gran emperatriz del ascenso; no importa cuántos sean, ella siempre estará dispuesta a subir.
No todo eran cerros y montañas, hay un camino que resulta simpático y divertido: es imposible hacerlo sin recordar algún juego de carrera contra-reloj. La ruta pasa a orillas del mar y solamente se puede hacer cuando la marea está de baja, e incluso así, hay que esperar que la ola pase para poder llegar corriendo a una roca que esté a altura; si no llegas te empapas o te lleva el mar, si lo logras esperas a los demás y los ayudas a que lleguen al mismo lugar que tú.
Quien siempre estuvo con nosotros en todas esas andanzas era el tata, mi venerado por siempre tata, dichoso de la vida, extravagante y debo confesar, de la única persona de la que puedo aprender algo valioso de verdad. Los años le cayeron encima de un día para otro, el alcohol que nunca lo abandonó lo dejó donde está, en el punto antónimo de sus virtudes, pesimismo y decaimiento lo llenaron, lo volvieron un ser absolutamente normal. Ahora esas emocionantes expediciones se convirtieron en caminatas lentas en que el protagonista no es ni el cansancio ni el paisaje, sino las conversaciones que siempre disfruto esperando que me arroje una respuesta a una pregunta que nunca le he formulado.
El tata, padre de mi padre y de mi tía Angélica, carácter exótico y hombre de historias locas, “tu tata es extraño” siempre dice mi madre, “un día se subió a un bote de goma al frente de Tumbes y se le ocurrió de atravesar la bahía remando por mar abierto y ¡qué crees!, una ola lo arrojó contra las rocas, le rompió el bote y tubo que venirse caminando con el bote al hombro”. Admirable de mi parte la hazaña de él, cinco horas remando solamente para que sus nietos lo vieran por el mar llegando triunfante a la playa de Tumbes, quizás no llegó, pero su entereza es bien venerada por mí. Mi papá después de eso, cuenta mi madre, tomó unas tijeras y rompió el bote en tres para que nunca más pudiera subirse en él. Fue muy peligrosa su acción y agradezco a todos los santos que él todavía siga con vida.
La hermana mayor de mi tata, la tía Nena, es la que aporta la casa cada vez que vamos, ella es la dueña de la cabaña junto a su marido, el tata Herman quien fue el creador de tal palacio. La cabaña no goza de una gran amplitud, pero aún así, la unidad de la familia hace que la casa acoja a todo quienquiera pasar una gran noche de diversión.
Madera y planchas de cinc; pintura desgastada por el tiempo, la lluvia y los vientos; rendijas a la vista aprovechadas por las arañas; y babosas nocturnas que cruzan la casa babeando la madera y las planchas de cinc. La precaria luz no ilumina el último rincón y el agua no fluye, se estanca. Pues claro, el tío necesitaba una vivienda y construyó un excelente hogar en que las camas no sobran, pero siempre se hace un espacio; en que el piso cruje, mas nunca se desarma; en que el frío aterra, pero nunca entra a la casa; en que una carcajada llega donde no hay luz y un canto mueve el agua; en donde un abrazo abarca quinientos kilómetros, y el reencuentro se convierte en la música de fondo. ¿Cómo no extrañarla cuando nos vamos?
Un pasillo, un comedor, un living, dos piezas, un baño, una cocina y todo el segundo piso para el que su nombre no está en ninguna cama son los ingredientes perfectos para la armonía, en especial ese living comedor que guarda en su centro una mesa enorme en que cabemos todos sin falta. En la cabecera tengo el recuerdo fresco de mi padre con una copa de vino (vacía por lo demás) y un plato por devorar en frente de él. A su lado, mi madre “cloteando” (como diría su marido) con mis tías. Después, una gama de caras y edades se van mostrando a medida que descendemos, todas ellas exhibiendo una sonrisa que se conjuga con la sonrisa de la persona que viene. Entonces la imagen panorámica de la felicidad desemboca en el otro extremo de la mesa en que es muy probable que puedan verme, aquel niño silente limpiándose la nariz arropado con cuanta cosa haya encontrado, comiendo todo lo que este al alcance de su mano.
La mesa antes de cada comida denota un amplio repertorio gastronómico y docenas de metros de alimento se extienden de uno al otro lado de la mesa. Pero es solo el comienzo.
Y empieza el movimiento de masas:
En el lado en que el promedio de edad es menor usualmente están las empanadas fritas, las mismas que ese mismo día fueron a comprar la Maruja con el Gonzo (mi hermano) y el Cristian, por algún encargo de un viejo/a antojado/a que muchas veces es mi padre o cualquiera de sus hermanas. Cuarenta empanadas se van de un tiro y todos toman las bolsas, miran el interior, agarran un vaso, lo llenan de líquido y toman para quitarse la pastosa textura que deja el aceite
En la otra esquina está el mariscal, saludable y exquisito. Ulte, piure, mariscos varios y limón en exceso. Se sirve frío o tibio y se saborea con los dedos. Un trozo de pan en la mano izquierda y una cuchara en la otra, un plato en frente y más rápido que ligero la fuente se vacía exceptuando por los jugos que se acumulan en el fondo y que esperan el momento en que el trozo de pan haga lo suyo; en resumen, nada en el plato.
Los paladares se ablandan y la lengua se estruja, llega el anuncio del ceviche. No hay palabras que lo describan, tío Enrique se las mandó. Pescado y el aliño perfecto que solo él sabe darle, “Te pasaste Henry” dirá mi padre y un montón de frases caerán como la lluvia, aprobando con euforia el excelente ceviche que nuestros paladares acaban de degustar.
Para finalizar el menú, está el plato de fondo que al igual que la caleta, es y será siempre un misterio, eso sí sin salirse de la línea marítima a la que siempre nos sometemos cuando vamos a Tumbes.
Lo que el menú ofrece a los sedientos viajeros del norte es el vino y la bebida que se alzan en vasos que chocan entre ellos en su estancia en el cielo mientras el brindis se lleva a cabo. Y es que siempre hay motivos que celebrar, desde el cumpleaños que nos cita hasta un “salud” por los cocineros que también disfrutan los productos de su faena.
Llegará entonces la noche, anunciándose desde el horizonte con el sol posándose sobre el mar y bostezando una última bocanada de luz antes de acostarse. Mañana será un día largo y el sol no puede fallarnos. A lo lejos, en la isla de enfrente, una silenciosa luz se deja ver casi imperceptible, es el faro que orienta a los pesqueros y les da el último aventón a los navales.
El frío en el exterior cae sobre las casas de madera y sobre el bosque de árboles milenarios. El canto de las gaviotas es reemplazado por el ruido que emiten los búhos. El mar se alza imperante sobre la playa mientras ésta, cansada de batallar, sede terreno frente a la ira nocturna de las olas. Las micros de la noche se sienten fantasmales como recogiendo a los muertos, con un ruido chirriante y un vapor humeante que emerge desde dentro cuando se abren las puertas. El camino que recorren es peligroso, lleno de curvas sobre acantilados rectos, levantando un par de ruedas en cada vuelta.
La niebla también se hace presente, se alza desde las quebradas y desciende como lo hizo el frío, como lo hizo la noche. Se desplaza de casa en casa obstruyendo a la micro naval. Se escucha que tocan la puerta en la cabaña de la tía Nena, al parecer es la niebla; todos se exaltan y mi prima abre la puerta: entra tío Omer y su hermana, la tía Oriana.
La fiesta continúa con un café y un cumpleaños feliz, con una torta que se parte en cuarenta partes iguales, un pedazo para cada uno, asfixiando lo poco que quedaba de hambre. Solamente incertidumbre se despliega desde ese momento, un día la tía hará de Violeta Parra con una guitarra cantando, otro día fuimos los diez nietos cantando la canción de la familia entonando vasos llenos que se alzan y rebalsan, en otra ocasión fue un Power Point que una lágrima ocasionó en los auditores, quizás sea mi prima que habrá preparado una canción especial.
La noche no sólo trajo frío, también trajo juventud. Los más ancianos se marchan a sus camas porque su organismo no les permite más y los jóvenes permanecen sentados sin señal de cansancio, sacan sus preparativos especiales (alguna que otra botella de algún licor algo fuerte), se adueñan de los vasos sobrantes y recuerdan. “Todo lo que hemos vivido en esta casa” recuerda mi hermano, y el Cristian, hijo del tío Enrique, contará una historia de sus días de alcohólico en la casa de Tumbes, reirán todos mientras un brillo especial en sus ojos se deja notar, todos están felices de estar reunido otra vez…

Ahora estoy tumbado en una cama en Tumbes un día sábado por la mañana, tumbado sin saber cómo empezar un gran fin de semana.

Lucho, Experiencia y Sabiduría.

La voz se funde en su fresca risa
Se enreda bajo fraguas de su llama
Nunca apaga, nunca enciende su roble
Para no quemar, ni oxidar su bronce
La familia es de su cuerpo, las alas
No las pierde pues el vuela tal cual sabio

De antaño se le ve como un gran sabio
Por sus nietos, el fruto de su risa
A ellos que forjaron así sus alas
Con él pasando las ardientes llamas
No era un fuego, era su bien para el bronce:
Enseñanzas que duran como el roble

Noble siempre su rostro hecho de roble
Guarda bellos cabellos pues es sabio
Ahora blanco el tiempo cubre su bronce
Con canas que siempre enciendan su risa
Son nieves que no apagan su gran llama,
Sus sueños que se alzan con sus alas

Fantásticas las plumas de sus alas
Mejor que nunca su ánimo de roble
Es mentira farsante que no llama
Pues no queda mucho de su gran sabio
Congoja que se marcha tras su risa
Aún así, de su engaño hace su bronce

En la orquesta; percusión, cuerda y bronce
Es el ruido de sus fiestas bajo alas
Que almacena y recuerda con su risa
Ocultando aventuras para el roble
Silencios siempre finos del buen sabio
Y sonidos olvidados por llamas

Talcahuano vio crecer en su llama
A un marino bien grabado en el bronce
Resolviendo aguas turbias pues es sabio
Recogiendo del mar algunas alas
Y peligros que se tallan en roble
Confrontándolos siempre con su risa


El bronce ya se funde con sus llamas
Poco espacio para alas de este sabio
Risas libres se esfuman tras su roble.


Dedicado a Luis Olea, el "tata"