viernes, 29 de julio de 2011

Música y Filosofía

Si ponemos atención en nuestros sentidos, podremos sentir un sinfín de objetos que se revelan en frente o al lado o detrás de nosotros; están ahí, existiendo al igual que nosotros. Veremos la mesa que se extiende por delante hasta la muralla o el ensayo que está leyendo en este momento, escuchamos el camión de la basura recogiendo los tarros allá fuera o el ruido de los dedos escribiendo en el teclado, olfateamos las sopaipillas que se fríen en la cocina o el aroma de lluvia tan típico del invierno, degustamos el chocolate que acabamos de comer o la primera sopaipilla que salió hace poco del aceite hirviendo en la cocina, palpamos el lápiz con el que escribimos o las hojas secas que se desprenden de un otoño añejo
Todo esto para concluir que existimos, al igual que el lápiz, la sopaipilla, la mesa, las hojas, etcétera. Y como dice Heidegger, fuimos arrojados a la existencia como lo fueron el sinfín de cosas que acabo de nombrar. Entonces cabe preguntarse: ¿qué haré de mi existir? Claro, lo pudieron haber preguntado antes, pero por las leyes naturales no se puede y cuando nos percatamos de la realidad, ya es demasiado tarde, estamos existiendo bajo infinitas reglas que demarcan un destino acotado.
¿Qué haré de mi vida?, ésa es la pregunta dentro de la pregunta, la meta-pregunta, un más allá de la pregunta; y yo por mi parte, la respondo con una palabra: música.
Suena extremadamente extraño decir música, si unimos “lo uno con lo otro” caemos en que yo voy a hacer música con mi vida – o de mi vida -. Algunas personas creerán que es una metáfora o una hipérbole, pero la respuesta será la misma
Pueden reclamarme entonces algo obvio, ¿qué otra cosa puedo hacer de mi vida sino vivirla? Es como la música: ¿qué otra cosa puedo hacer de la música sino escucharla? Pero si comenzamos a decir que la vida se vive, entonces redundaríamos y diríamos ¿cómo sé que estoy viviendo? o ¿qué hace que yo viva?
Para responder eso podría perfectamente citar a las teorías biológicas en que la vida corresponde a la serie de procesos biológicos tales como respirar, desplazarse, excretar, digerir, entre otros.
Pero más allá de la teoría, qué significa vivir. Vivir es un sinónimo de la existencia, es decir, todo lo que existe vive y viceversa.
Entonces, ¿qué nos hace ser diferente de los animales? La capacidad de pensar podría ser, o como dice el nombre científico del hombre, homo sapiens-sapiens, hombre que sabe que piensa, y tomando la analogía de un reconocido filósofo griego que dijo pienso y luego existo, entonces el homo sapiens-sapiens sería el hombre que sabe que existe, no sin antes hacer una breve reseña de que homo significa ser proveniente del mono.
¿A qué voy con todo esto? A que el hombre sabe que piensa y por lo tanto, también sabe que siente. Y al final el objetivo de la vida podrán decir que es la felicidad, pero yo creo que el verdadero sentido de la vida son los sentimientos.
Retomando el tema de la música, voy a citar una pregunta antes dicha: ¿qué otra cosa se puede hacer con la música sino escucharla? Cuando me refiero a escuchar, me estoy refiriendo a la verdadera acción de escuchar, a aquella que menciona Luigi Nono como oír lo que verdaderamente está sucediendo, no esa típica representación interna de lo que sucede en lo que oímos afuera, escuchar lo que queremos escuchar.
La respuesta a esa pregunta es la que más me satisface. Aparte de escuchar música, se puede interpretar o se puede componer. Es decir, cuando estamos en un concierto de piano, por ejemplo, escuchamos la música mientras un pianista interpreta la música que un compositor antes compuso. Estos tres procesos artísticos están sumamente ligados a la filosofía y los voy a enumerar y a definir de a uno:
1.- Qué es lo que oímos cuando oímos música. John Cage, compositor contemporáneo estadounidense ya fallecido, menciona que la música es la expresión de arte más subjetiva, y yo, buscándole significación a las palabras de Cage, llegué a la conclusión de que se refería a que la música en sí era la representación de arte más abierta a diferentes interpretaciones, es decir, cuando escuchamos por ejemplo, la Novena Sinfonía de Ludwig van Beethoven, los primeros acordes me entregan una inquietud y una inseguridad que se va resolviendo a medida que se avanza en la sinfonía, pero otra persona puede sentir amor dentro de la obra, como otra persona puede encontrar una melancolía máxima en la pieza, y todo gira en torno a las experiencias de la persona, es decir, si aquella persona que escucha la obra y dice: “esta “canción” era la favorita de mi abuelo fallecido”, entonces al escucharla una y otra vez, no va a poder evitar acordarse de él ni menos rechazar la pena que siente al recordarlo.
Por lo tanto, llegamos a la conclusión de que así como a mí una pieza me entrega inseguridad, esa misma pieza puede significar algo diferente para cada persona. Entonces cito a Luigi Nono, quien dice que oímos en lo que escuchamos reflejos internos del exterior y no oímos lo que en verdad existe, es decir, lo que describí hace poco no son más que sentimientos que retomo en mi propio ser, quizás recuerdos, quizás inseguridades, pero no son más que reflejos de lo que en verdad se escucha, porque lo que en verdad oímos en la Novena Sinfonía de Beethoven no son más que una cierta cantidad de violines haciendo un intervalo de sexta menor descendiente y luego hacen otra sexta menor hacia abajo.
Rivera entonces se hará presente mencionando que cuando estamos en una cámara escuchando un concierto, nos sometemos a lo que oímos porque no lo controlamos. Alguna vez yo describí la música como una corriente de agua en que podemos entrar a ella y someternos a ella, o podemos mirarla desde fuera, eso se interpretará por lo tanto como dos dimensiones diferentes de sentir la música, por un lado Rivera refiriéndose a un lado emocional que conlleva a todos los sentimientos que emanan desde nosotros al oír tal pieza, dejándonos llevar por nuestra emociones; y por otro lado, Nono diciéndonos que la música no es más que una cacofonía ordenada de sonidos.
Éste es el nivel más profundo del arte de escuchar porque si tomamos una dimensión al estilo Rivera de ver la música, estaríamos dejando a un lado una dimensión más concreta de ver una misma pieza.

2.- Qué es lo que interpretamos cuando tocamos música. En primer lugar, quiero dejar de inmediato en claro las dos dimensiones de la representación musical (interpretación). Por un lado está el tocar música que sería algo así como lo que hacemos cuando estamos en la playa al lado de una fogata, y por el otro, la interpretación musical que hace referencia directa a los aspectos formales de un instrumento. Me explico, hay dos estratos cuando queremos tocar un instrumento, está el conocimiento y la técnica, el conocimiento son todos los saberes teóricos de la música, es decir, saber las notas, las escalas, los intervalos y saber llevarlos a un instrumento; la técnica se refiere a las facultades especiales de cada persona a la hora de interpretar una pieza, es decir, la virtud musical.
Por ejemplo, yo quiero aprender a tocar violín, he hecho un estudio teórico de la música, sé donde están las notas, sé para qué sirve el arco, sé de ritmos, sé las notas que tengo que tocar para interpretar una canción de cuna y lo más probable es que cuando toque el violín no me salga porque no tengo la técnica necesaria para poder interpretarlo, pero si ese conocimiento lo traslado al piano, lo más probable es que me funcione bien – quizás no a la primera -. Eso es porque el violín requiere más técnica para ser interpretado mientras que el piano no exige tanta como el violín.
Por lo tanto, llegamos a la siguiente conclusión: todo instrumento requiere cierta cantidad de conocimiento y cuando el conocimiento es máximo, ya sólo queda la técnica para poder interpretar el instrumento. Se entiende por ende que la técnica es infinita y sólo se consigue a través de la práctica, entonces, para pasar desde el conocimiento a la técnica, basta solamente práctica.
Ahora que vemos que la técnica corresponde a la virtud de tocar de manera perfecta un instrumento, puedo hacer la relación que quería hacer hace tiempo: conocimiento es a tocar como la técnica es a la interpretación. Cuando tocamos un instrumento, lo hacemos de manera poco precisa y empleando solamente el conocimiento, podemos fallar y no va a ser muy relevante, es porque lo estamos tocando, estamos jugando con el instrumento y digo jugando porque en inglés, tocar es play y play en español también tiene la significación de jugar, por lo tanto, cuando tocamos solamente jugamos con el instrumento. Muy por el contrario, cuando desarrollamos la técnica, comenzamos a interpretar música, ahora una simple falla que nadie puede detectar va a ser horrorosa para el intérprete que va a significar más práctica y más técnica.
La concepción filosófica del interpretar – no del tocar – está en que cuando interpretamos nos involucramos con el objeto, el instrumento se transforma en un órgano más, en “algo que es tuyo, pero no es tu cuerpo” (Cortázar), entonces no es el instrumento el que está emitiendo el sonido, sino que la fusión persona-instrumento es la que emite el sonido, entonces se dice que el intérprete es música. Cuando se interpreta de verdad, se siente que perdemos algo de nosotros mismos, eso es porque la música nos lleva, se apodera de nosotros y sale hacia los oyentes llevándose algo más que música, el sentimiento y el ímpetu de quien interpreta.
Ahora, cuando oímos la pieza, no la oímos directamente del compositor, sino que oímos a un intérprete que está tocando con su cuerpo la música y por lo tanto, sentimos también en la obra al intérprete que dedicó horas y horas de práctica y estudio a esa pieza.
El intérprete es también el mediador entre una obra y el oyente, el intermedio. Pero eso no quiere decir que éste no se pueda involucrar con la obra, porque de hecho, lo hace y sin ese sentimiento sería imposible interpretarlo a tan alto nivel.

3.- Qué es lo que componemos cuando componemos música. Éste es el punto de partida de toda pieza musical, el compositor, quien se sienta a escribir en una partitura lo que quiere que se escuche.
La composición en rigor, es com-poner, es decir, poner algo en una posición adecuada para que esté en completa armonía. La composición por lo tanto es lo que está más ligado a la belleza dentro de estos tres procesos artísticos porque cuando oímos música, escuchamos aquello que está siendo tocado y decimos que eso es bello o no lo es según nuestras propias experiencia, y cuando se interpreta, la belleza está implícita en el intérprete que ejecuta la pieza con elegancia y por lo tanto, de forma bella.
Pero entremos en lo que es componer. Cuando yo me acerco al escritorio y pongo un lápiz en la lapicera, estoy com-poniendo algo visual que se llama orden y logrando una armonía en el entorno, pero por qué puse ese lápiz allí y no en otro lado, porque de todas las infinitas posiciones para ese lápiz, la única en que se iba a ver ordenado es en el lapicero. Buscando la belleza es como encontramos el orden y el orden se transforma en una consecuencia de la belleza.
Siempre digo que la primera gran com-posición es el acto de ponerle un nombre a una persona o mascota, buscamos infinitas categorías de nombres para aquello que queremos nombrar y cuando lo encontramos, es porque nos afecta emocionalmente, ya sea porque lo encontramos bello o porque nos recuerda a algo, como por ejemplo el caso de una empleada que le pone el nombre de su dueña a su hija por todas las cosas que la dueña hizo por la empleada. Entonces, como decía mi profesor de composición, “cuando le decimos “sí” a una cosa, le decimos no al sinfín de cosas que lo rodea” y es claro, las matemáticas lo avalan:

Entonces, cuando le ponemos un nombre algo, ¿qué hace que yo haya escogido tal nombre y no otro? El componer mismo no es en sí el verdadero arte, sino el proceso que hay detrás de una com-posición es lo que comprende el verdadero significado de arte.
Me explico, cuando escuchamos una pieza musical nos percatamos de los aspecto musicales del mismo y nos preguntamos a nosotros mismos, ¿por qué el compositor quiso que fuera así? La respuesta a esa pregunta es la que contiene la filosofía del compositor, y ésta pueden ser infinitas posibilidades. Algo muy probable es que la respuesta del compositor sea: “porque se escuchaba bonito”, pero caeríamos en el significado de lo que es bonito.
¿Qué es belleza? La belleza no es más que un concepto inexistente debido a lo subjetivo que es, la belleza no existe en una obra para nadie exceptuando para el mismo compositor, todas las otras personas escuchan variaciones de esa belleza que pueden no asociarlas a la belleza, entonces algo bello puede ser a la vez feo visto desde otra perspectiva.
Basándonos en lo anteriormente dicho, tendremos dos doctrinas, las del compositor de música clásica que se enfoca de lleno en el auditor preocupándose de llegar a una obra que pueda ser vista por la mayor cantidad de personas como bella; o está la otra doctrina que contempla una visión más egoísta del componer que se refiere a una búsqueda más personal del sentido de belleza que no necesariamente cumple con las leyes de la armonía y belleza tradicional. A esta última se le asocia la llamada música contemporánea o neoclásica que abarca las versiones más extrañas y abstractas de la música.

Concluyendo el tema, podríamos afirmar que el nivel composición es el estrato más cercano a la filosofía porque en él está la difícil tarea de llegar a una concepción correcta del sentido de la belleza.

Redactado by LeoOlea
Ensayo para el curso Ética para Ingenieros, 2009.

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